Este año he ido a unas cuántas bodas y otros tantos eventos relevantes y en todos he escuchado eso de "muy guapa pero como el vestido de la boda de Pau ninguno". Este año con un par que se avecinan ya he cuidado "muy mucho" que la frase no se repita. Y es verdad que cuando un traje cautiva es difícil superarlo o que la gente no te diga, bonito pero aquel más. Este vestido que os enseño hoy me lo puse hace un par de años (creo que son dos el tiempo pasa rápido...) para la boda de mi amiga Paulina en un pueblecito cercano a México. Del viaje si queréis haré otro post porque os podéis imaginar la maravilla de días que pasamos unas 10 amigas, 15 días visitando México, Acapulco, Taxco... una infinidad de sitios con el fin de celebrar una boda que fue una gran fiesta, no recuerdo otra igual ¡no sé cuántas horas nos mantuvimos en pie! Desde las 7 de la mañana que me levanté para hacerme el choco (moño en mexicano ¡yo también aluciné!) hasta las tantas del día siguiente que me fui con la re-cena-desayuno de fajitas con chile a la cama.
La verdad que el vestido era a morir de bonito para qué voy a negarlo sino no lo hubiera comprado, aunque para gustos los colores y estoy segura que a alguna igual no le gusta, a mi ya os digo que me encantó nada más verlo. Es de Dolores Promesas, en color beig o blanco roto con hilos dorados y tela adamascada con cascada en un solo hombro. Espero que se aprecie bien en las fotos y lo podáis ver como el vestido merece. Lo combiné con un chal de Carolina Herrera, cartera dorada vintage de mi madre y zapatos de Uterque. El post de hoy se lo dedico a Paulina y Marc que se casaron justo en este mes y como veis hacía un tiempo buenísimo no como aquí que está empezando el fríoooo. ¡Espero que os haya gustado mañana más!
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¡FELIZ LUNES!
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